lunes, 14 de enero de 2013

ESTADOS UNIDOS, IRAK Y LA GUERRA CONTRA EL TERRORISMO


Por Jorge Burgos García
08-12-08

No hay nada más absurdo que pensar que la guerra puede detenerse con la guerra. La guerra no “previene” nada, salvo la paz.
HARRY TRUMAN
(Tomada del libro de Benjamín Barber El imperio del miedo, guerra, terrorismo y Democracia Pág. 75)

En estos tiempos de polarización a nivel orbital en torno a la forma como debe combatirse el flagelo del terrorismo, nos resulta invaluable esa frase del hombre que debió reemplazar a Franklin Delano Roosevelt en los estertores de la segunda guerra mundial. Desde luego, más a quienes creemos, que la forma como se ha venido librando esta contienda no es la más conveniente. La serie de hechos que se han desencadenado producto de la guerra contra el terrorismo en estos años prueban la validez indiscutida de la proposición de Truman. En este sentido, intentaré probar que la actual guerra en Irak, además de ser una expresión del poder duro de Estados Unidos (con catastróficas consecuencias para el común de los iraquíes) pone en evidencia algo inadmisible para la mayoría de ciudadanos del mundo: la preponderancia del unilateralismo norteamericano en el contexto global de la posguerra fría y los inconcebibles problemas que esa abusiva posición genera.
Comencemos situándonos en el epílogo de la guerra fría, momento en que la inmensa mayoría de analistas internacionales, de un modo u otro, llegaban a una misma conclusión acerca del sistema internacional: luego del derrumbe de la Unión Soviética la interdependencia se convertiría en el centro de gravedad alrededor del cual girarían los asuntos políticos, económicos, socioculturales, tecnológicos y ecológicos. Los pocos que parecieron no entender este nuevo estado de cosas hacia el cual inexorablemente se inclinaba el mundo, eran Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y demás asesores de Bush. Miremos con detenimiento lo que al término de la guerra fría expresaba el prestigioso politólogo norteamericano Joseph Nye:


Tradicionalmente, la prueba de una gran potencia era su poderío militar. En la

actualidad, sin embargo, la definición de poder está perdiendo su énfasis en la
fuerza militar y en la conquista, rasgos que marcaron las primeras eras. 
Los factores tales como la tecnología, la educación y el crecimiento económico están
comenzando a ser más importantes en el poder internacional, mientras que la
geografía, la población y las materias primas se están haciendo menos importantes. ( Joseph Nye Jr. Extraido de su libro "Bound to lead: The Changing Nature of American Power". Pág. 17)


A su turno el analista Benjamín Barber se ha pronunciado en múltiples ocasiones en la misma línea de pensamiento que vengo exponiendo:

Pero para los que todavía son incapaces de ver más allá del río Potomac, por no hablar de los océanos Atlántico y Pacífico, y esto desgraciadamente incluye a muchos en la Administración de Bush, nada ha cambiado: obra por tu cuenta, hazlo por la fuerza, ignora el sistema legal y cívico internacional en ciernes y haz valer la hegemonía estadounidense como si estuviéramos en 1945 (o tal vez en 1914) en vez de en 2002. 

EE UU se retractó unilateralmente del tratado antimisiles, dio marcha atrás al respaldo de la Administración de Clinton a la Corte Penal Internacional (¡EE UU comparte la oposición a esa Corte con las naciones del eje del mal, Irak e Irán!), se declaró no ligado a la convención de Viena sobre Derecho de Tratados (que establece ciertas obligaciones de los países en virtud de tratados que todavía no han firmado), siguió negándose a firmar la Convención sobre Derechos de los Niños de 1989, se burló de la política de derechos humanos en su tratamiento a los sospechosos de actos terroristas y otros detenidos, persistió en su boicoteo al Tratado de Kyoto (a pesar del informe de una comisión presidencial nombrada por el propio Bush que reconocía la realidad del calentamiento global) y persiguió una estrategia cada vez más militante y unilateralista en Oriente Próximo, que no sólo ha obstruido las negociaciones entre israelíes y palestinos, sino que también -y mucho peor- ha amenazado a Irak con una guerra a pesar del hecho de que la Administración había reconocido que ese país no estuvo implicado en el 11-S (Tomado del artículo Lo que EE UU ha aprendido y lo que no de Benjamin Barber. Publicado por EL PAIS, Septiembre 07 de 2002).


Está claro que desde la llegada a la presidencia, George W. Bush -fundamentado en sus asesores – ha gobernado haciendo caso omiso del principio de interdependencia que debiera guiar los asuntos internacionales por las razones expuestas en los párrafos anteriores
Nos viene bien en este momento, recordar las tesis fundamentales del pensamiento de Nye, (que giran alrededor del interesante concepto de soft power) toda vez que dan fuerza a los argumentos de los que nos hemos opuesto vehementemente a la “doctrina Bush”:

Los analistas tradicionales centrados en el Estado creen que pueden solucionar el problema castigando a los Estados que apoyan el terrorismo. Semejantes medidas punitivas pueden ser de alguna ayuda, pero en última instancia son incapaces de detener a los individuos que ya han accedido a la tecnología destructiva…deberíamos hacer uso de el poder blando que reside en la capacidad de atraer y convencer más que de coaccionar. Significa que los otros quieren lo que Estados Unidos quiere, y que hay menos necesidad de utilizar el palo y la zanahoria…

El poder duro procede de la fuerza militar y económica de un país. El poder blando surge del atractivo de su cultura, sus ideales y su política. 
Estados Unidos incrementa el poder blando cuando sus políticas parecen legítimas a los demás. El poder duro siempre será crucial en un mundo de estados-nación que protegen su independencia, pero el poder blando se hará cada vez más importante a la hora de enfrentarse a problemas transnacionales para cuya solución es necesaria la cooperación multilateral. 
La necesidad de cooperación internacional en Iraq se ha convertido en una prioridad, pero el modo en que el gobierno Bush ha dirigido la diplomacia que desembocó en la guerra ha hecho que los demás se muestren reacios a colaborar. (Tomado de su artículo La fuerza no basta. Publicado por Yale Global el 4 de diciembre de 2003 y que puede consultarse también en http://yaleglobal.yale.edu/display.article?id=5840)


Lo más aberrante de todo este asunto de los principios unilaterales que rigen la Doctrina Bush es que no es cierto que “el mundo cambió después del 11-09 de 2001” y que por ello hubo que delinear una estrategia de acción que pudiera ser efectiva en esta nueva guerra: la guerra contra el terrorismo. En realidad, Bush y sus halcones tenían su doctrina de unilateralismo in extremis preparada al menos desde fines de los noventa…inspirados en Reagan (como diría el chapulín colorado: todo estaba fríamente calculado). He aquí la evidencia:
En marzo de 1980, Reagan, en calidad de candidato presidencial dijo en Chicago: “El pueblo norteamericano no está preparado para echar al canasto de desperdicios de la historia el sueño norteamericano…no hemos buscado el liderazgo del mundo libre, pero no existe nadie más que pueda proporcionarlo. Y sin nuestro liderazgo no existirá paz en el mundo” (tomado del texto de Apolinar Díaz Callejas, Contadora: desafío al imperio. Pág. 226)

20 años después, Condolezza Rice en la preparación de la campaña presidencial de George Bush en el año 2000, hizo el siguiente análisis de la situación política norteamericana:

“La política exterior norteamericana en un gobierno republicano debería reenfocar a Estados Unidos en los intereses nacionales…estas tareas son:

-Garantizar que las tropas norteamericanas puedan impedir una guerra, proyectar poder y luchar en defensa de sus intereses si falla la disuasión
Enfocar las energías de Estados Unidos en unas relaciones integrales con las grandes potencias, especialmente con Rusia y China que puedan moldear el carácter del sistema político internacional 
-Hacerle frente de manera decidida a la amenaza de los regímenes corruptos y potencias hostiles, los cuales están tomando cada vez más la forma de potencial para el terrorismo y el desarrollo de armas de destrucción masiva…
Pero el apego de la administración Clinton a acuerdos en gran parte simbólicos y la búsqueda, en el mejor de los casos, “normas” de comportamiento internacional se ha convertido en una epidemia. Eso no es liderazgo. Tampoco es aislacionista sugerir que Estados Unidos tiene un rol especial en el mundo y no debería adherirse a todas las convenciones y tratados internacionales que alguien piense proponer…
El poder militar de Estados Unidos debe estar seguro porque es el único garante de la paz y la estabilidad global. El abandono actual de las fuerzas armadas de los Estados Unidos amenaza su estabilidad para mantener la paz… 
China es aún una amenaza potencial para la estabilidad en la región Asia-pacífico. Su poder militar no se puede equiparar actualmente con el de estados Unidos. Pero esa condición no es necesariamente permanente…
China no es una potencia del “status quo” sino una a la cual le gustaría alterar el equilibrio del poder en Asia a su favor. Eso no más la convierte en un rival estratégico no en el socio estratégico, como la administración Clinton alguna vez la llamó. (Rice Condolezza, “campaña 2000: promocionando el interés nacional”. Retomada del texto Relaciones internacionales. Aquí y ahora de Arturo Gálvez Valega. Páginas 35-39)


Y por si a alguien le quedan dudas acerca de que la denominada Doctrina Bush se construyó mucho antes del año 2001 les recomiendo leer el capítulo 4 del libro El imperio del miedo guerra, terrorismo y democracia de Benjamin Barber en el que habla de un informe de fines de los noventa titulado RECONSTRUCCIÓN DE LA DEFENSA DE AMÉRICA; elaborado por el Proyecto para un nuevo siglo norteamericano (en el que se destacan como miembros ilustres miembros del equipo Bush) donde se plantean los fundamentos de la guerra preventiva puesta en práctica luego de los atentados del 11 de septiembre. De momento les socializo unas cuantas líneas de lo expuesto por Barber en ese capítulo:
La lógica explícita de la guerra preventiva era evidente desde hace mucho tiempo. La directiva presidencial No 17 de seguridad nacional…así lo anunció…fue rubricada por el presidente en mayo de 2002... (Tomado de El imperio del miedo guerra, terrorismo y democracia de Benjamin Barber. Pág. 83)

Frente a esto, es el mismo Barber quien nos proporciona un discernimiento vigorizante en torno a las implicaciones que tiene en el concierto internacional la despótica posición adoptada por el gobierno Bush en estos años:
La verdadera cuestión es pragmática: ¿funcionará realmente un unilateralismo moralizador? La respuesta es no. La Administración de Bush sufre no de un exceso de rectitud, sino de una falta de buen sentido táctico y estratégico. Justificable o no, consolador o no, el unilateralismo no puede ser eficaz en un mundo de interdependencias. Incluso hace 200 años, al escribir la Declaración de Independencia, Jefferson apeló a la necesidad de mostrar un 'respeto decente por las opiniones de la humanidad'. Ese respeto difícilmente se percibe en el punto de vista (captado en las aprobadoras palabras del analista conservador Charles Krauthammer) de que 'si los europeos se niegan a verse como parte de esta lucha, bien. Si desean abdicar, bien. Les dejaremos que nos sostengan el abrigo, pero no que aten nuestras manos'. Este lenguaje no es meramente imprudente y poco diplomático, sino, como base de una política, desastroso. Porque ignora el carácter interdependiente del reto del terrorismo… Lo que parecía que se exigía era una respuesta al terrorismo en sí y una respuesta al entorno global que alimentaba el terrorismo, porque ese entorno de desigualdad, dominación económica y agresivo materialismo laico era claramente desestabilizador para los países en vías de desarrollo y demasiado a menudo hacía que lo que llamábamos una lucha por la democracia pareciera a otros una batalla por la occidentalización y la hegemonía cultural...La mayoría de los sociólogos estarían de acuerdo con Joseph Nye en que los Estados débiles y fracasados son el terreno de pruebas más fecundo del terrorismo.(Tomado del artículo Lo que EE UU ha aprendido y lo que no de Benjamin Barber. Publicado por EL PAIS, Septiembre 07 de 2002).

Como es de suponer, los creadores de este “proyecto” construido en nombre de la Democracia y la Libertad en el mundo, sugirieron (u obligaron?) al gobierno norteamericano -incluso desde meses antes del 11-09- que era menester intervenir militarmente en Irak. Antes de comentar algunas de las previsibles y nefastas consecuencias de la invasión a Irak, valdría la pena indicar que el hombre que ha tenido el valor de denunciar sin tapujos las oscuras intenciones de Estados Unidos en Irak no es uno de los clásicos opositores de la política internacional de Estados Unidos como el lingüista Noam Chomsky o el periodista Eduardo Galeano; no, es nada más y nada menos que el exjefe de la oficina antiterrorista de Estados Unidos hasta inicios de 2003, Richard Clarke (y quien trabajó con Bush padre, Clinton y los 2 primeros años del actual gobierno, convirtiéndose en la persona que más tiempo ha estado al frente de esa dependencia estatal) cuando decidió renunciar en la víspera de la intervención militar en Irak por oponerse rabiosamente a esa iniciativa antiterrorista emprendida para “salvaguardar” los intereses primarios de la humanidad entera.

Justamente parte de las declaraciones de Clarke, fueron el argumento central del controvertido documental Fahrenheit 9-11 de Michael Moore, afirmando que le pidieron que involucrara a como diera lugar –sin importar si fuera cierto o no- a Al-qeda con Hussein. Eso y otras cosas más las cuenta en su libro Against all Enemies.
En cuanto a lo ocurrido en estos 5 años de intervención en Irak, era de esperarse que las cosas se salieran de cause. Lo innegable en todo esto es que la guerra en Irak es, por decirlo de alguna forma, una “fase” de lo planeado a fines de los noventa por los neoconservadores que rodean a Bush. Ahora, para aproximarnos a un real balance de lo que ha arrojado la aventura en Irak, resulta oportuno conocer los planteamientos del analista Antonio caballero:

Bush destruyó el país, de acuerdo. Pero destruir un país no es lo mismo que ganar una guerra. También estaba destruido Vietnam hace treinta años, cuando los norteamericanos tuvieron que retirarse, derrotados. En el caso de Irak, la derrota es aun más evidente, pues el objetivo de la guerra no era, como entonces, contener (la expansión del comunismo), sino conquistar (el petróleo del segundo productor del mundo). La guerra no se hizo por el pretexto de las "armas de destrucción masiva" que presentó Bush, a sabiendas de que no era cierto, ni para derrocar a un tirano, como alegó a posteriori: uno solo de las decenas de tiranos que han sido o son todavía aliados de los Estados Unidos, como lo fue Saddam Hussein cuando le vendían armas para que combatiera a Irán. La guerra se hizo para que la industria norteamericana tuviera garantizado petróleo barato durante cincuenta años. Y el resultado ha sido que el petróleo está hoy más caro que nunca, para beneficio de regímenes adversarios de los Estados Unidos (Irán o Venezuela).


…Y trae entre otras consecuencias visibles el fortalecimiento del fanatismo religioso islámico provocado por la guerra. ..a su vez el surgimiento (o resurgimiento) de un anti occidentalismo cada día más virulento, agravado por el enconamiento sin salida del conflicto palestino-israelí y por las intervenciones militares encabezadas por Bush: la de Afganistán, la de Irak y la que amenaza a Irán.

Ese anti occidentalismo no se manifestará sólo en los países del Oriente Medio, sino en Occidente mismo, a través del terrorismo islámico. Ya se vio en Nueva York en 2001, en Madrid en 2004, en Londres en 2005. Así, las 'guerras preventivas' de la 'doctrina Bush', aunque no han creado el odio hacia Occidente, sí lo han agravado de modo notorio. Con el consiguiente aumento de la inseguridad y, de contera, disminución de las libertades y erosión del orden jurídico. Decía Benjamín Franklin: "Quien sacrifique la libertad por la seguridad, las perderá ambas". Lo estamos viendo.(Tomado de su artículo La guerra perdida (I y II) Publicado por revista Semana el 20 de agosto de 2005. Edición 1216)


Resta acotar algo más, se sabe a ciencia cierta que la intervención estuvo basada en vulgares mentiras: primero, posesión armas de destrucción masiva, luego se justificaron expresando que había que derrocar la dictadura establecida por Hussein pues era un peligro para la humanidad y por último, que el objetivo es establecer un sólido régimen democrático en Irak…pero no, no convencieron a nadie de ello, el verdadero propósito se ha dado a conocer al mundo entero; Tomemos como evidencia, una voz autorizada, la del viejo Alan Greenspan (el ex hombre fuerte de la reserva federal) ya que es concisa y reveladora…de un secreto a voces:
However, it is his view on the motive for the 2003 Iraq invasion that is likely to provoke the most controversy. “I am saddened that it is politically inconvenient to acknowledge what everyone knows: the Iraq war is largely about oil,” he says. (Tomado de http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/article2461214.ece)

Lo más preocupante es que la receta escogida por el actual gobierno republicano para enfrentar la amenaza terrorista no ha hecho más que multiplicarlo, por simple lógica: el terrorismo como tal, no se puede enfrentar como se ha hecho, casi que exclusivamente por vía militar, pues no es un fin en sí mismo, es un método –cruel y vituperable- del que se valen ciertas agrupaciones para manifestar su inconformidad -en muchos casos no necesariamente justificable- ante cierto fenómeno. Como bien lo apunta Barber, en el artículo ya citado, haciendo alusión a los radicales islámicos que han atemorizado a Occidente:
Significa aceptar que el terrorismo, por muy maligno que sea, está arraigado en un contexto global más amplio de interdependencia. Significa entender que las madrasas que difunden el odio en Afganistán, Pakistán, Egipto y otros lugares, florecen porque hay muy pocas escuelas públicas alternativas; entender que los líderes terroristas, al igual que los cuadros revolucionarios tradicionales, pueden ser gente culta, pero hablan para, y dependen de, la rabia y la desesperación de los ignorantes y los que carecen de derechos. Significa ver que es más barato educar a un niño y ofrecer un trabajo decente que perseguir y asesinar al niño -convertido en terrorista- que no tiene ni formación ni trabajo, o demasiada formación y muy pocas oportunidades de tener un puesto de trabajo o de ser un ciudadano. Es comprender que para silenciar el fundamentalismo tiene que haber un pluralismo global verdadero, espacio suficiente para las muchas voces de la religión y la fe.

En resumen, la cosa podría ir para largo, pues si Obama y su equipo de asesores deciden ser inconsecuentes con lo que prometieron en campaña –algo tan característico de los políticos, independiente del nivel de autoridad que alcancen- las esperanza que renació en el mundo entero luego del pasado 4 de noviembre se diluirá como un arcoíris. Confiemos en que el new team of the White house esté desempolvando los libros de Nye, Barber y compañía y no leyendo o escuchando los discursos de los neoconservadores que guiaron a Bush. En fin, sólo nos queda aferrarnos a la esperanza, amanecerá y veremos.

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