lunes, 14 de enero de 2013

BOLIVIA:Sinónimo de inestabilidad política


Por Jorge Burgos García
13-08-08

Bolivia ha entrado al siglo XXI tal como se avizoraba, arrastrando crónicos problemas de inestabilidad política; ni siquiera se ha cumplido una década y 2 mandatarios desistieron de continuar al frente de la presidencia dada la presión de amplios sectores populares; lo único novedoso en este tiempo, es que al frente del gobierno actual está por primera vez en la historia, no solamente de Bolivia, sino de América latina en general, un indígena. Fenómeno que a todas luces, es plausible; lo preocupante es que el inédito gobernante acentúe la desestabilización política y económica que ha caracterizado históricamente a este país mediterráneo. Esto de desestabilización política, no es mera opinión, es un planteamiento indiscutido, que me propongo ampliar en el presente artículo, pues la historia política de Bolivia nos muestra de manera palmaria la coexistencia evolutiva de una sociedad dual en un contexto democrático viciado asiduamente por el autoritarismo.

Comencemos dando repaso a los más recientes indicadores de desarrollo humano elaborados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que nos dan una idea clara de las secuelas socioeconómicas generadas precisamente por la desestructuración institucional que ha sufrido desde la independencia el país del altiplano. El informe correspondiente a 2007, del que se tienen datos provenientes de 177 países, y que no está demás señalar, nos describe que tanto una sociedad ha mejorado las condiciones de vida de sus ciudadanos, clasifica a Bolivia en el puesto 117, el último de los países de Sudamérica en aparecer.

En materia propiamente económica, a pesar de contar con importantes reservas de gas , petróleo y estaño; en sentido global, el inadecuado manejo de estos sectores económicos (y también del agropecuario), pese a un importante incremento de la inversión extranjera en las 2 últimas décadas del siglo XX, han dado como resultado la pervivencia de una estructura económica aún arcaica, que a su vez se traduce en un gran rezago socio-económico de la población indígena-campesina que compone cerca del 60% del total nacional. De hecho, son estas desconcertantes circunstancias las que le dan el deshonroso lugar que ocupan a nivel orbital en índices de desarrollo humano...y eso, sin entrar analizar las relaciones entre las regiones y entre las etnias que han sido siempre muy difíciles en Bolivia, que lleva años sumida en un caos de raíces políticas.

Si se observa con cierto detenimiento la situación política boliviana, es evidente que no han podido construir un sólido esbozo de nación, las intentonas de separatismo y autonomía que se presentan actualmente en 4 de los departamentos del país son una clara expresión de varias cosas: de polarización política, pero al tiempo, de la tensa coexistencia de una sociedad dual, en la que se confrontan visiones progresistas y arcaicas al interior de cada región; a su vez, es expresión de las diferencias históricas entre los departamentos andinos y los de los llanos encabezados por el próspero y bastante poblado Santa cruz que en el momento actual tienen en jaque al gobierno de Evo Morales.

Aparte de la ausencia de un consensuado proyecto de nación, y en gran medida consecuencia de ello, se enfrentan a una grandísima heterogeneidad de sus fuerzas políticas que en lugar de fortalecer su endeble democracia no ha hecho más que “fragilizarla” aún más; Citemos por caso, un momento particular de la historia nacional para comprender de mejor manera la crónica inestabilidad política que los ha caracterizado:

“Como la mayoría de los países latinoamericanos, en Bolivia los partidos liberal y conservador dominaron la escena política sin mayores diferenciaciones ideológicas hasta bien entrado el siglo XX. Se trataban de partidos de notables, con un nulo arraigo popular para el funcionamiento del pseudo Estado oligárquico. La modernización de la vida pública nacional comenzó a perfilarse después de la segunda guerra mundial, época en la que el descontento popular era creciente por la depresión económica y la falta de espacios políticos. Estas circunstancias permitieron el surgimiento de grupos de oposición al sistema y la aparición de partidos de orientación izquierdista como fueron el partido izquierda revolucionaria (PIR), el partido obrero revolucionario (POR) y sobre todo el movimiento nacional revolucionario (MNR) artífice de la revolución de 1952, que ha desarrollado un juego político en el último medio siglo de alternancia de él mismo con el resto de fuerzas políticas democráticas o autoritarias"

La llegada del MNR al poder en 1952, parecía ilusionar al común de los ciudadanos de que las cosas mejorarían sustancialmente, pero no fue así, el MNR que logró sostenerse en el poder hasta 1964 se convirtió de hecho en un movimiento represor que en cierto modo procuró aplicar el régimen de partido hegemónico oficial instaurado desde hacía tiempo en México por el PRI.

Con el paso del tiempo las protestas populares crecieron paulatinamente, por las devaluaciones monetarias, la escasez de alimentos, las colas para adquirir productos de primera necesidad, la corrupción gubernamental y la inseguridad social. Asimismo, las protestas crecieron reclamando por el fracaso que representaron la llamada reforma agraria y la nacionalización de las minas, que no significaron la verdadera liberación económica del país y se convirtieron más bien en reductos de mayor pobreza. El gobierno de los Estados Unidos desde sus inicios estuvo vinculado a la política del régimen del MNR lo que ocasionó el rechazo de la población. Se instalaron centros de represión política en todas las ciudades de Bolivia desde 1952, se instalaron los primeros campos de concentración los cuales fueron oficializados dos años después, por el gobierno de Paz Estensoro entre otros atropellos en contra de la Democracia.

Como era de suponerse, la forma de poner fin a este movimiento de partido único, fue a través de un golpe de Estado, que encabezó el general René Barrientos, abriendo de este modo, un nuevo periodo dictatorial que se prolongó hasta 1982. En este lapso hubieron 13 presidentes, entre los cuales destacó el gobierno de Hugo Banzer (1971-1978) vinculado a la controvertida Operación cóndor. Es de tener en cuenta para una cabal comprensión, la breve caracterización que se hace de este periodo y de la subsiguiente transición al sendero democrático:

“La inestabilidad permanente del sistema político, puesta e manifiesto a lo largo del último periodo autoritario (1969-1982)...se quebró a partir de 1983 cuando el país comenzó a consolidar mínimamente un marco de institucionalidad política operativo en un ámbito social muy desarticulado. Lo novedoso de la nueva institucionalidad consistió en que se fue conformando un modelo de presidencialismo parlamentarizado en el que se han reforzado pautas de competición intrapartidista y de construcción de coaliciones, todo ello en un ambiente de pluripartidismo no polarizado. ”

De acuerdo a la descripción medianamente detallada en los últimos párrafos, la opción política que tomó las riendas luego de 1952, producto de la desaprobación del actuar de los partidos tradicionales, terminó a la larga, engendrando una involución política marcada por brutales represiones en la década de los cincuenta y nuevamente en los setenta, cuando el gobierno de Bánzer hizo parte de la controvertidísima operación cóndor orientada a extinguir todo asomo de comunismo en el “cono sur” a través de cualquier vía. Solamente a partir de 1983 como ya registramos, que las instituciones democráticas fueron nuevamente reconstruidas, aunque sin cambiar mucho de rostros, pues los 2 gobiernos iniciales de esta nueva etapa fueron los de Hernán Siles Suazo y Víctor Paz Estensoro –los mismos que en la década del cincuenta encabezaron la revolución de 1952- ahora con resultados dispares: Siles no pudo superar la crisis política de inicios de su mandato debido a la inestabilidad que caracterizó a la coalición partidista gobernante ni tampoco pudo atajar un proceso hiperinflacionario superior al 20.000% , el cual entre otras cosas, aparte de quebrar la capacidad adquisitiva de los ciudadanos, produjo el derrumbe de la minería pública y un altísimo déficit fiscal. Mientras tanto, Paz Estensoro abrazó de lleno el programa neoliberal promovido por la banca internacional; algunas de esas medidas redireccionaron el proceso inflacionario regresándolo a niveles manejables, así mismo redujo el déficit fiscal; sin embargo, no todo fueron noticias positivas, como se señala en el ya citado:

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