Este informe de BBC Mundo condensa en 7 minutos la historia de los últimos
700 años de Finlandia. A principios del siglo XIV, en 1323, quedó bajo la
esfera de influencia de su vecina Suecia hasta que, en 1809, tras La
guerra finlandesa, Rusia, vencedora del conflicto contra Suecia, anexa
el territorio finés, otorgándole el título de Gran Ducado autónomo y fijando
como nueva capital a Helsinki. No obstante, en el curso de siglo XIX, los
finlandeses, como la mayor parte de pueblos europeos, fundaron un influyente movimiento
nacionalista, que cobró fuerza, tras 1878, cuando el Gran Ducado constituyó su
propio ejército.
En respuesta, Rusia intentó en vano anular la autonomía histórica que desde
el siglo XIV gozaba Finlandia, clausurando su ejército e incentivando la
rusificación del país. Por el contrario, la manifiesta debilidad e
inestabilidad creciente del imperio ruso en los albores del siglo XX, allanaron
el camino para que el nacionalismo finlandés cristalizara su propósito: la
constitución de Finlandia como Estado soberano, el 6 de diciembre de 1917 (unas
cuantas semanas después del estallido de la revolución bolchevique que abanderó
Lenin).
Sin embargo, le esperaba a Finlandia una dura prueba de fuego, para
sostenerse como Estado independiente, pues, con el estallido de la segunda
guerra mundial en 1939, deberá a través de las armas defenderse de la agresión
de la Unión Soviética que, tras el pacto de no agresión suscrito con la
Alemania Nazi, determinó que el territorio finlandés quedaba bajo influencia
rusa. En consonancia, con esta cláusula, el gigante euroasiático pretendía
fijar bases militares en Finlandia, algo que rechazó de plano el gobierno
finés. De este modo, Rusia, justificó la invasión de su vecino a fines de
noviembre de 1939, en lo que fue acuñada como La guerra de invierno.
Tras 4 meses de encarnizados combates, la Unión Soviética, no pudo doblegar la
tenaz resistencia de las fuerzas armadas finlandesas, por lo que la guerra
finalizó con un tratado en el que los soviéticos, debieron “conformarse” con la
obtención de solo la provincia suroriental de Finlandia (un 10% de su
territorio).
Tras el término de la segunda guerra mundial, Finlandia optó por un acuerdo
de amistad y neutralidad con la Unión Soviética (conocido oficialmente como Tratado
de asistencia, cooperación y ayuda mutua, firmado por las partes en 1948) a fin
de salvaguardar su integridad territorial e independencia política. Este
acuerdo se mantuvo activo a lo largo de toda la guerra fría. Con cierto aire de
desdén, en Occidente, llamaron a esta postura del país nórdico, Finlandización.
En la década de los noventa, tras la implosión de la URSS, Finlandia -emancipada
de su compromiso de neutralidad- viró hacia Occidente, incorporándose en la
Unión Europea en 1995, pero sin tensar relaciones con Rusia, hasta que, en
febrero de 2022, con la intervención militar ordenada por Putin en Ucrania,
Finlandia y su histórica vecina, Suecia, no vacilaron en acelerar los trámites
para integrarse como miembros plenos de la OTAN, membresía que se han
acreditado en 2023 y que constituye, en la práctica, una salvaguardia Premium, ante una eventual agresión del gigante
eurasiático. Desde EE.UU, el alborozo reina, al sumar un nuevo miembro a su alianza militar, que geográficamente, se sitúa a las puertas de Moscú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario