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Este blog tiene por finalidad ser útil a todos aquellas personas interesadas en asimilar conocimientos sobre el extenso campo de las Relaciones internacionales
sábado, 28 de diciembre de 2024
Los principios filosóficos de la Modernidad
sábado, 6 de enero de 2024
Soberanía estatal, Globalización y Orden Internacional
Por Jorge Burgos García
23-12-23
*Master en Cooperación Internacional al Desarrollo y Especialista en Ciencia Política. Docente de Geopolítica, Relaciones Internacionales e Historia
La caracterización del periodo de la posguerra fría es imperativa en aras de comprender a cabalidad la intrincada red de relaciones que se urde entre los distintos actores del Orden Internacional. El Estado sigue detentando un lugar preponderante, pese a la consecución de sustanciales cuotas de poder por parte de Actores No estatales y de las mutaciones que de manera “sigilosa” operan en su estructura de funcionamiento. En efecto, se precisa repensar los sagrados conceptos de Estado-Nación y Soberanía, a fin de que los actores con mayor peso histórico del Orden Internacional, puedan afrontar sin demasiados traumatismos las implicaciones sociopolíticas y culturales que suscita el proceso de mundialización de la economía de mercado.
Nuestro análisis alrededor de la naturaleza de los Estados-naciones, nos alinea con quienes convalidan la necesidad de reformular el concepto tradicional de Soberanía, a efecto de que pueda revertirse el clima de inestabilidad que arropa a multitud de Estados que navegan a la deriva, sin lograr adaptarse al entorno sofisticado y tecnológico hacia el que se están movilizando las sociedades más avanzadas del mundo[1]. A tal efecto, partamos referenciando una de las definiciones más citadas de Estado, ofrecida por el politólogo alemán Karl Dietrich Bracher:
El Estado es un segmento geográficamente limitado de la sociedad humana unido por una común obediencia a un único soberano. El término puede hacer referencia tanto a una sociedad en su conjunto, como, de modo más específico, a la autoridad soberana que la controla[2]
Es palpable que, el conjunto de Instituciones que constituyen un Estado está encordonado al concepto clásico de soberanía, que, en su esencia, es restrictivo y excluyente, habida cuenta que por soberanía se entienden 2 cosas: por una parte, se entiende como la territorialización de un Estado, avalada por las autoridades internacionales competentes. Por otra parte, se entiende, como el privilegio y responsabilidad de ser la suprema autoridad dentro un territorio delimitado[3]. Lo anterior, no armoniza a plenitud con el creciente proceso de globalización que permea todas las esferas del Orden Internacional, por ende, socava la autonomía atávica de los Estados. En relación a esto, es menester reseñar los factores exógenos y endógenos que en las últimas décadas han estado menoscabando la soberanía estatal a lo largo y ancho del planeta.
Los factores exógenos que quebrantan la soberanía estatal, son en primera instancia, las facetas de la Globalización que discurren en paralelo: la faceta financiera, referida en lo fundamental a los descomunales movimientos de capital que fluctúan sin cesar en las bolsas de valores de todos los países. La faceta comercial, alusiva a los numerosos Tratados de Libre Comercio interestatales (TLC), erigidos sobre la piedra angular de remover y/o disminuir los aranceles. A lo que hay que agregar las ganancias cosechadas por las empresas transnacionales que son enviadas al exterior. En tercer lugar, la faceta sociocultural, asociada a la paulatina pérdida de innumerables identidades culturales ante la avasallante extensión de la sociedad de consumo por el mundo. Alrededor del debate interminable en torno a este tópico, el ilustre escritor peruano Mario Vargas Llosa plantea lo siguiente:
“Aunque creo que el argumento cultural contra la globalización no es aceptable, conviene reconocer que, en el fondo de él yace una verdad incuestionable. El mundo en el que vamos a vivir en el siglo que comienza va a ser mucho menos pintoresco, impregnado de menos color local, que el que dejamos atrás...Éste es un proceso que experimentan, unos más rápido, otros más despacio, todos los países de la Tierra. Pero, no por obra de la globalización, sino de la modernización, de la que aquélla es efecto, no causa”. 3
En segunda instancia, otro de los factores exógenos que lesiona el concepto clásico de soberanía, es el llamado Derecho de injerencia de la ONU (o derecho de asistencia humanitaria), cuya justificación estriba en la obligación que tiene Naciones Unidas de promover y garantizar la universalización de los derechos humanos, independiente del sistema político imperante en un Estado cualquiera. En la actualidad hay un estimado de 10 Estados en los cuales operan de manera oficial Fuerzas de Paz de la ONU4.
Un tercer factor exógeno que ha transgredido de manera constante la soberanía de los Estados, son los intereses geopolíticos de las Potencias dominantes del Orden Internacional en distintas zonas del planeta: sea el convulso Medio Oriente, el desconocido Cáucaso sur (Georgia, Armenia y Azerbaiyán), la desgarrada Ucrania o las veleidosas democracias de México o Colombia. Un fenómeno pertinaz, que ha puesto desde siempre, en tela de juicio, la potestad de los gobiernos estatales.
En cuanto a los factores endógenos, sobresale, por ser generador de continuas agitaciones que incluso en algunos casos, ha desembocado en una reconfiguración del mapa político del mundo: la inconformidad de cuantiosos grupos étnicos, que, por razones ajenas a su voluntad, están sujetos a la autoridad de Estados nacionales con los cuales no se sienten ni histórica ni culturalmente identificados, como son los casos de Kosovo o Taiwán. Otro factor, no menos importante, es la presencia desafiante de organizaciones criminales en regiones aisladas o con mínima presencia estatal en multitud de países, que operan a sus anchas y se hallan emparentados con el crimen organizado transnacional, como los casos de Venezuela, Italia o los países que conforman El Triángulo Norte de Centroamérica.
En suma, las evidencias saltan a la vista, el concepto clásico de soberanía es obsoleto, inadecuado para que los Estados puedan desenvolverse con éxito en el seno de un Orden Internacional signado por una extrema complejidad, que de modo magistral describe el analista norteamericano James Rosenau en los siguientes términos:
“Los asuntos
mundiales están saturados de una profunda incertidumbre desde el fin de
la Guerra Fría... Si hay enemigos que combatir,
desafíos que enfrentar, peligros que evitar y respuestas que ejecutar no
estamos nada seguros de cuáles son...
Los Estados están cambiando, pero no desapareciendo. La soberanía estatal está desgastada, pero todavía se ejerce vigorosamente. Los gobiernos son más débiles, pero todavía pueden hacer gala de su autoridad. Las poblaciones algunas veces son más exigentes, otras más dóciles. Las fronteras siguen impidiendo el paso de intrusos, pero son más porosas. Los paisajes geográficos están dando paso a paisajes étnicos, multimediáticos, tecnológicos y financieros, pero la territorialidad sigue siendo preocupación básica de mucha gente” 5
El escenario internacional está abarrotado de toda suerte de incertidumbres. Pese a ello, los Estados deben adaptarse estratégicamente al retroceso relativo de su poder dentro del sistema, lo cual, es una repercusión del capital político que han ido atesorando los Organismos Internacionales, las Empresas Transnacionales, las Organizaciones No Gubernamentales e incluso los medios masivos de comunicación. A todo ello, debe adicionarse la radicalización de la lucha de algunas minorías étnicas (o pequeñas identidades nacionales) en pro de la consecución histórica de su propio espacio estatal.
En relación a esta gama de conflictos étnicos que se multiplican por el orbe, debe precisarse que, a grandes rasgos, en el mundo en desarrollado -llamado ahora SUR- el Estado ha sido el creador de identidad nacional. Este postulado lo convalida la historia republicana de las naciones latinoamericanas. No obstante, la implantación de este paradigma político en los continentes africano y asiático tras las sucesivas proclamas de independencia concretadas en el decurso del siglo XX, no ha generado la estabilidad esperada.
Un factor a tener en cuenta para entender esta situación, es que un número considerable de los actuales Estados africanos y asiáticos apenas alcanzan unos 50-60 años de haber logrado su emancipación, a diferencia de las naciones latinoamericanas que han completado cerca de 200 años de vida republicana. Además, las condiciones políticas y económicas de comienzos del siglo XIX –en las que se concretó la gesta independentista- eran en cierto modo menos desafiantes que la coyuntura en medio de la cual se materializaron los procesos independentistas de las colonias de los 2 continentes citados. A lo que hay que sumar, los constantes golpes de estado y/o regímenes autoritarios que han prevalecido en estas regiones en la era republicana.
A manera de ilustración, contemplemos la situación de Somalia, tipificada hoy día como un Estado fallido (o de fragilidad extrema), lo que significa, que el gobierno central no ejerce funciones más que en una reducida porción del territorio. En el presente, abriga 2 extensas regiones que han proclamado de facto su independencia en el transcurso de los años noventa del siglo pasado, Somalilandia y Puntlandia, en las cuales la estabilidad política no es tan endeble como en el resto del país.
Un segundo caso, es Ruanda, cuya inestabilidad está ligada a Burundi, dado que son 2 grupos étnicos los que predominan en su geografía, los HUTUS y los TUTSIS (estos últimos representan apenas cerca del 20% total de la población en ambos países) y la causa-raíz de sus recurrentes conflictos se suscribía al hecho de que no se permitió en el momento de su independencia, a comienzos de los sesenta del siglo XX, que se conformaran 2 Estados, conforme a la filiación étnica de los pobladores. Lo que se efectuó, fue lo contrario. Desde entonces el sectarismo, el segregacionismo y su subproducto, la guerra civil, prevalecieron, ocasionando no menos 1.500.000 muertos en menos de 50 años y cuyo punto de máxima exacerbación, acaeció en 1994, en lo que pasó a ser conocido como El Genocidio de Ruanda (retratado en la película Hotel Ruanda)
En Asia, las cosas parecen no diferir mucho, En Israel, palestinos e israelíes, han engendrado una forma “excepcional” de conflicto, en cuanto que los inmigrantes judíos, gracias a su capital acumulado e influencia internacional, fundaron en 1948, pese a las vicisitudes de un intermitente conflicto, un Estado, que con el transcurrir del tiempo, ha alcanzado un alto índice de desarrollo y con acentuado carácter militarista, que cuenta con el respaldo incondicional de los Estados Unidos. Apoyo, que le ha facultado entre otras cosas, incumplir las resoluciones emitidas por la ONU que contraríen sus intereses, y “mantener a raya” –aunque no derrotados- a los insurgentes palestinos, en un conflicto que pareciera no tener fin, en razón del radicalismo que se palpa en las 2 partes.
Por otro lado, otro conflicto excepcional, es el que lía el pueblo kurdo. Con una población aproximada a los 40 millones, distribuida primordialmente entre Turquía, Irak, Irán y Siria, se les truncó la oportunidad de fundar su propio Estado en los años subsiguientes a la 1ª Guerra Mundial, cuando se reconfiguró el mapa, tras la disolución del imperio otomano. Las sublevaciones de algunas facciones tildadas de terroristas, en especial, en Turquía (donde habitan cerca del 55% de los kurdos) y Siria, son reprimidas con vigor por el gobierno turco, con la connivencia tácita de la comunidad internacional. Lo más ignominioso de este y de otros casos, es que suelen ser problemas heredados del colonialismo o intervencionismo occidental.
Esta descripción sucinta del Orden Internacional actual, justifica, cuando menos, la necesidad de repensar en torno a nuevas formas de ejercer la soberanía estatal. Sobre el particular, hay un aporte apreciable del experto alemán Ulrich Beck, uno de los más elogiados estudiosos del fenómeno de la globalización. En una entrevista concedida a Julio Sevares, periodista del diario El clarín en 2007, expresó:
“la globalización es un nuevo juego de poder mundial que implica redefinir las reglas del poder entre los Estados-nación, el capital y los movimientos de la sociedad civil... El Estado-nación hasta el momento sigue siendo el paradigma de la política, pero no tiene demasiado poder estratégico frente al capital móvil. La globalización ha desarrollado un nuevo grupo de actores: los movimientos de la sociedad civil, como Greenpeace, Amnesty International, etc”..7
En este nuevo juego de poder, en el que a primera vista los Estados nacionales se ven seriamente afectados, el intelectual alemán propone un audaz y lúcido planteamiento para que los Estados reacomoden sus piezas en el “ajedrez mundial”:
“El término apropiado para definir esto
sería soberanía incluyente...
la soberanía ya no puede definirse como
autonomía, porque en condiciones de
globalización e interconexión, muchos
problemas ya no tienen soluciones nacionales, como los problemas de
migración, medio ambiente, etc. Pero para darle fuerza a la nación
hay que abrirse, el Estado-nación tiene que abrirse y ser incluyente para
otros países. Por ejemplo, para afrontar problemas como el cambio climático
o la situación del estado benefactor, cada Estado necesita cooperar con otros
Estados...
Ahora, como hablábamos al comienzo, vivimos en un mundo en el que las fronteras geográficas o territoriales, las fronteras económicas, culturales y políticas ya no coinciden. La gente vive en distintos países a la vez, diferentes identidades culturales al mismo tiempo. La globalización significa que el espacio del Estado-nación no es la unidad de la acción y el pensamiento económico, etc. De modo que necesitamos una perspectiva distinta”. 8
Esta nueva perspectiva académica y cultural que facilitaría el reacomodamiento de los Estados a la actual coyuntura, es la que Beck gusta en llamar Cosmopolitismo y lo sustenta de este modo: necesitamos una forma de ver y de pensar, y por lo tanto de investigar, que incluya al otro, en cierta medida. Y el cosmopolitismo es, precisamente, el reconocimiento de la alteridad del otro9
Nos adherimos a la propuesta de Beck, en tanto que es constructiva y humanizante, puesto que invita a los estadistas del mundo a entender que, las implicaciones sociales y políticas del fenómeno de la globalización hay que asumirlas con una visión nueva de las cosas, y tal visión parte del concepto mismo de soberanía.
En el marco de esta redefinición de soberanía, no hay lugar para la exclusión. De hecho, no habría espacio para que un Estado –cualquiera sea- de manera unilateral decida los tipos de controles a ejercer sobre las migraciones –un fenómeno eminentemente transnacional-. No habría espacio para que las tendencias de extremo nacionalismo proliferen en Occidente ni en ningún lugar, pues la mutación del concepto de soberanía, tal como lo redefinió genialmente Beck, entrañaría a su vez, una revaluación del concepto de Estado-nación y de su derivado, la identidad nacional. Vargas Llosa, en el artículo referenciado en un párrafo anterior, lo explica de manera esclarecedora en estos términos:
El concepto de identidad,
cuando no se emplea en una escala exclusivamente individual y aspira a
representar a un conglomerado, es reductor y deshumanizador...
una de las grandes ventajas de la globalización, es que ella extiende de manera radical las posibilidades de que cada ciudadano de este planeta interconectado -la patria de todos- construya su propia identidad cultural, de acuerdo a sus preferencias... En este sentido, la globalización debe ser bienvenida porque amplía de manera notable el horizonte de la libertad individual...En la gran mayoría de países del mundo el Estado-nación consistió en una forzada imposición de una cultura dominante sobre otras, más débiles o minoritarias, que fueron reprimidas y abolidas de la vida oficial...”10
A esta altura del siglo
XXI, al interior de ningún Estado se debiera intentar imponer un excluyente
criterio de identidad nacional o étnica, dado que iría en contracorriente de la
tendencia mundial. Sin embargo, sigue aconteciendo en decenas de países
alrededor del mundo, por cuanto que no se puede obviar la realidad, persiste un
problema de fondo: la existencia de una miríada de sociedades humanas que no
se han modernizado del todo, se mantienen unidos sus miembros por complejas
relaciones étnicas y/o tribales, que, en más de un caso, se resisten
a asumir cualquier otro tipo de organización social más “evolucionada”, máxime
si esta forma evolucionada es importada de Occidente.
No debe soslayarse que el Estado-nación predominante en Occidente es una especie de “contenedor funcional en grupos humanos con mentalidades modernas”. Cuando el esquema se implanta en regiones geográficas donde los grupos humanos conviven organizados bajo formas políticas premodernas (muy arraigadas a sus tradiciones étnicas e históricas), las vicisitudes de toda índole –incluso inimaginables en un principio- son inexorables, como las desoladoras guerras que siguen estropeando las posibilidades de estabilidad política de los Estados y arruinando los sueños de millones de seres humanos que se ven obligados a elegir entre padecer los embates de los conflictos armados o aventurarse a migrar fuera de sus fronteras nacionales.
A manera de conclusión, es válido reconocer que esta nueva interpretación del concepto de soberanía que se propone, puede allanar el camino para que los Estados que cobijan en su interior grupos étnicos con tendencias separatistas, propongan alternativas de solución viables a las dificultades de orden económico, sociopolítico y cultural que aqueja a estas comunidades. Desde luego, ello no será remotamente posible si la ONU, en conjunto –al menos- con las organizaciones de la sociedad civil interesadas en el mejoramiento de los índices de desarrollo humano a nivel global, no trabajan de forma mancomunada. De no lograr ampliar estos incipientes esfuerzos interinstitucionales, el mundo avanzará de modo ambivalente, desgarrado por la segregación y la intolerancia, entre sociedades que divisan en el horizonte, la constitución de Estados-continentes y en contraste, sociedades sumidas en la fragmentación, la miseria y más lamentable aún, sumergidas en el mar de las guerras tribales y/o interétnicas...a tal punto que casos como los de Darfur entre 2007-2008 (Sudán) podrían ser recordados como el principio del fin, si seguimos empeñados en ignorar el mensaje “decodificado” de la era de la globalización: pensar localmente para actuar globalmente... y viceversa.
[1] Dado que, en este contexto de posguerra fría, los Estados oscilan contradictoriamente entre las fuerzas unificadoras y separatistas que reflejan la compleja dinámica del Orden Internacional.
[2] Disponible e Montenegro Walter (2001) Introducción a las doctrinas político-económicas (p.18). México, Fondo de cultura económica.
[3] Recuérdese que, en el caso de las Democracias,
dicho honor en teoría, corresponde al pueblo, que ejerce esta potestad a través
del gobernante designado directamente por votación popular -como ocurre en las repúblicas
presidencialistas- o por los miembros del parlamento –como pasa en las
repúblicas parlamentarias
3 Tomado del artículo Culturas
y globalización, que puede consultarse
en https://red.pucp.edu.pe/ridei/libros/las-culturas-y-la-globalizacion/
4 Para una
mayor ampliación del tema de las operaciones de paz que adelanta la ONU
actualmente, consulte https://peacekeeping.un.org/es/where-we-operate
5 Tomado
de la revista Nueva Sociedad Nro. 148 Marzo-Abril 1997, pp. 70-83. También
puede verse en www.nuso.org/upload/articulos/2579_1.pdf
7
Tomado del artículo “En la globalización necesitamos tener raíces y alas a la
vez”, publicado en www.clarin.com/suplementos/zona/2007/11/11
8
Ibidem
9
Ibidem
10
Tomado del artículo Culturas y globalización,
que puede verse en www.jabtru.myblog.es
viernes, 29 de diciembre de 2023
Algunos apuntes sobre el Gender Mainstreaming
Por Jorge Burgos García*
08-10-22
*Master en Cooperación Internacional al Desarrollo y Especialista en Ciencia Política. Docente de Geopolítica, Relaciones Internacionales e Historia
Los registros constatan que, desde al menos, los albores de edad antigua, la mayor parte de sociedades humanas han sido patriarcales y elitistas, lo que incluye a la predominante civilización Occidental de nuestros días. La gran novedad histórica ha sido el surgimiento y evolución de un patrón de sociedad liberal en Europa, a partir de las fecundas ideas de la Ilustración del siglo XVIII. Paulatinamente, este patrón se ha extendido a lo largo del mundo en las últimas centurias y devenido en el sustrato filosófico tanto de las constituciones de buena parte de los Estados, como de los convenios internacionales que estos suscriben en el seno del Orden Internacional vigente, en el que se comprometen a crear los mecanismos necesarios para salvaguardar los Derechos Humanos en sus territorios.
Esto implica, por consiguiente, aunar una serie de esfuerzos en función de asegurar que Hombres y mujeres estén en pie de igualdad en todos los dominios de la vida pública y privada. En este sentido, como señala la politóloga María Rigat-Pflaum (2008) en un artículo publicado en la revista Nueva Sociedad: “la estrategia apunta a obtener mayor impacto en el objetivo de superar las discriminaciones sociales de género y alcanzar mayores niveles de igualdad.”. Al respecto, hay que poner de relieve, el rol jugado por un segmento de mujeres en la revolución francesa, pues, constituye un hito insoslayable de la historia del movimiento feminista, como bien se explica en un artículo publicado en BBC Mundo:
Hubo quienes vieron la oportunidad de promover los derechos de las mujeres junto con los de los hombres franceses, como la activista y escritora Olympe de Gouges. En 1791, de Gouges declaró que la mujer nace libre y vive en igualdad de derechos con el hombre. Había mujeres, como Marie-Jeanne Roland y Germaine de Staël, conocidas como sallonières, que organizaban salones donde se fomentaban las ideas revolucionarias y se negociaba el poder político. Y por supuesto, hubo mujeres que tomaron las armas… (Evans, 2021).
Lo de Olympe de Gouges, fue más que notable, una adelantada a su tiempo, los 17 artículos que componen su histórica declaración de los derechos de la mujer, parecieran escritos por una integrante del vigoroso movimiento feminista de fines del siglo XX. El denominado Gender Mainstreaming, es coincidencialmente, el producto más elaborado de estas últimas décadas del siglo precedente, y puede decirse, que es el enfoque prevalente en la actualidad, toda vez que fue adoptado por la Unión Europea a fines de los 90. Sin embargo, debe advertirse que el protagonismo de la transversalidad de la perspectiva de género no habría sido posible sin los avances alcanzados por el feminismo en las décadas de los 70 y 80. En particular, de la reforma llevada a cabo en el Fondo de Naciones Unidas para la Mujer (Unifem) en 1984, que, como bien lo subraya María Rigat-Pflaum “estableció como mandato la incorporación de las mujeres y de la igualdad de sus derechos a la agenda para el desarrollo, junto con el objetivo de promover su participación en la toma de decisiones relativas al desarrollo…”. Este direccionamiento quedó rubricado al año siguiente, en la III Conferencia Mundial de la Mujer de Nairobi, con la institución del enfoque denominado Women in Development.
Tras esta reforma, que constituyó un peldaño importante en el empoderamiento de las mujeres, sobreviene la crisis de principios de los 90 suscitada por las cuestionadas políticas económicas neoliberales, que puso de manifiesto que la desigualdad de género seguía siendo la norma, puesto que las mujeres padecieron en mayor grado las secuelas de esta crisis, especialmente en el extenso mundo en desarrollo. Este panorama genera que, en 1995, en la conferencia de Beijing, el Gender Mainstreaming sea reconocido como el enfoque adecuado tanto para analizar las desigualdades de género en todas sus dimensiones, como para intentar remediar de manera estructural esta situación. En línea con este reconocimiento, la UE, desde el tratado de Ámsterdam de 1997, asumió íntegramente los postulados del Gender Mainstreaming. Ahora bien, valdría la pena responder este interrogante: ¿Qué implica concretamente la asunción de este innovador enfoque por parte de la UE? Una respuesta precisa y libre de ambigüedades subyace en esta afirmación de un grupo de expertos del consejo de Europa:
El mainstreaming de género es la organización (la reorganización), la mejora, el desarrollo y la evaluación de los procesos políticos, de modo que una perspectiva de igualdad de género se incorpore en todas las políticas, a todos los niveles y en todas las etapas, por los actores normalmente involucrados en la adopción de medidas políticas (Lombardo, 2003, p. 7).
En relación a la construcción histórica de la transversalidad de la perspectiva de género y como se ha ido incorporando en los proyectos de cooperación internacional al desarrollo, debe hacerse mención a 3 corrientes que abonaron el terreno. En primera instancia, el feminismo de la igualdad, que allanó el camino para la constitución del movimiento a nivel internacional en la década del 70, en virtud de que propugnó por la inclusión del género femenino en la agenda institucional, pese a no visibilizar la heterogeneidad inherente a la condición de mujer. En segunda instancia, el feminismo de la diferencia, empieza a darle un matiz característico del movimiento feminista, su resuelta determinación de no aceptar ninguna concesión institucional que las quiera “encajar” en las tradicionales estructuras patriarcales vigentes. Por último, el feminismo crítico, del que deriva directamente el Gender mainstreaming, al enfatizar en la diversidad existente, necesaria de reconocer en el género femenino. De igual manera, preconiza un enfoque de género que pretende ser de utilidad universal, es decir, adaptable a los diferentes tipos de sociedad y a los rasgos peculiares de las mujeres. Es por ello, que sus promotores, subrayan que permite como ningún otro enfoque, que las políticas de igualdad de oportunidades se cristalicen más allá del horizonte de la UE.
Sin embargo, aun cuando se catalogue mayormente al enfoque de la transversalidad de la perspectiva de género como un logro relevante del movimiento feminista internacional, existen controversias en torno a su alcance efectivo en el seno de nuestras sociedades. Por una parte, se hallan quienes estiman que la implementación de este enfoque conduce a desestructurar en el mediano plazo la arraigada institucionalidad patriarcal que ha prevalecido a lo largo de la Historia, inclusive, en el marco de los sistemas democráticos modernos. En contraste, con esta visión generalizada, se encuentran quienes alegan que la transversalización de políticas de género a todas las estructuras organizacionales del Estado supondría en el mediano y largo plazo un riesgo, pues, se iría desestimando el principio de igualdad de oportunidades conseguido en la primera etapa de implementación del enfoque.
Esta
argumentación de los escépticos es, a todas luces, sumamente ligera. La
transversalización es el sendero a seguir para la instauración de un nuevo
orden de cosas, por medio del cual se logrará que los beneficios generados por
las políticas de los Estados en sus múltiples esferas, junto al accionar de los
demás actores influyentes en la sociedad, cubran a más personas, independiente
de su condición y género. Al respecto, en la esfera de la Cooperación
internacional, la definición de Transversalización que se ofrece en este manual
lo refrenda:
Transversalización: el proceso de
valorar las implicaciones que tiene para los hombres y para las mujeres
cualquier acción que se planifique, ya se trate de legislación, políticas o
programas, en todas las áreas y en todos los niveles. Es una estrategia para
conseguir que las preocupaciones y experiencias de las mujeres, al igual que las
de los hombres, sean parte integrante en la elaboración, puesta en marcha,
control y evaluación de las políticas y de los programas en todas las esferas
políticas, económicas y sociales, de manera que las mujeres y los hombres
puedan beneficiarse de ellos igualmente y no se perpetúe la desigualdad. El
objetivo final de la integración es conseguir la igualdad de los géneros (Paz y
desarrollo,2020, p.9).
En
concordancia con esta línea argumentativa, en un artículo, publicado en el
portal mujeres y Compañía, se hace también hincapié en la importancia de la
perspectiva de género en la Cooperación internacional:
El principio del gender mainstreaming se aplica en el ámbito de la cooperación internacional desde hace diez años. La puesta en práctica de este principio es, por una parte, un logro del movimiento internacional de mujeres, por otra parte, también sucedió que una evaluación del trabajo en materia de ayuda al desarrollo de más de diez años, demostró que muchos proyectos no resultaban sustentables porque no contemplaban las relaciones de género en cada uno de los países. En el ámbito de la Cooperación Internacional para el Desarrollo existen entrenamientos en género para el personal e instrumentos para la evaluación desde hace ya varios años… (mujeres y Compañía, 2008)
En síntesis, como magistralmente lo expresa Rigat-Pflaum (2008) en el artículo referenciado, “El objetivo es garantizar más justicia, más equidad y más igualdad…se trata de mejorar la calidad de la democracia extendiendo su alcance a toda la sociedad”.
REFERENTES
BIBLIOGRÁFICOS
Rigat-Pflaum, M. (2008). Gender mainstreaming: un enfoque para la igualdad de género. Nueva Sociedad, (218), 40-56. Recuperado el 5 de octubre de 2022 de https://nuso.org/articulo/un-enfoque-para-la-igualdad-de-genero/
Evans E. (2021. Octubre 16). Cuál fue el decisivo rol de las mujeres en la Revolución francesa (y el trágico final que sufrieron algunas de ellas). Recuperado el 6 de octubre de 2022 de https://www.bbc.com/mundo/noticias-58804976#:~:text=Las%20mujeres%20desempe%C3%B1aron%20un%20papel,precio%20del%20pan%20en%20Par%C3%ADs.
Lombardo E
(2003) EL MAINSTREAMING, la aplicación de
la transversalidad en la Unión Europea. Revista Derecho Comunitario. Recuperado
el 8 de octubre de 2022 de
EL MAINSTREAMING. Dialnethttps://dialnet.unirioja.es › descarga › articulo
Paz y desarrollo (2020). Cómo transversalizar el enfoque de GÉNERO en las ORGANIZACIONES SOCIALES para el DESARROLLO y la aplicación de la metodología coaching. Recuperado el 8 de octubre de 2022 de https://www.pazydesarrollo.org/wp-content/uploads/2020/06/manual-transversalizacion_opt.pdf
Mujeres y
Compañía (2008. Noviembre 6). ¿Qué es
Gender Mainstreaming? Recuperado el 8 de octubre de 2022 de https://mujeresycia.com/qu-es-gender-mainstreaming/
lunes, 25 de diciembre de 2023
China y la agenda 2030
Por Jorge Burgos García*
20-06-22
*Master en Cooperación Internacional al Desarrollo y Especialista en Ciencia Política. Docente de Geopolítica, Relaciones Internacionales e Historia
En el discurrir de las últimas décadas hemos sido testigos del asombroso crecimiento económico de China, al tiempo, que hemos topado con -mínimamente- algún reporte que apunta que el Dragón asiático se ha convertido en el país con más altos niveles de contaminación. En la Tabla 1 Garret (2022) retrata la magnitud de este problema:
Tabla 1. Ranking de los 10 países más contaminantes en 2020 (en millones de toneladas de CO2)
Fuente: Selectra (2022)
“China gives top priority to the implementation of the 2030 Agenda for Sustainable Development. Over the past five years, under the strong leadership of President Xi Jinping, China has implemented the 2030 Agenda across the board with a people-centered approach and a philosophy of innovative, coordinated, green, open and shared development…among the first to release its national plan for implementation, has also taken an active part in international development cooperation and achieved remarkable results”. (p.6)
En aras de arrojar un poco luz sobre esto, vamos analizar los avances y dificultades de China en lo relativo al cumplimiento de la Agenda 2030:
1. Objetivos y retos
Los objetivos primordiales de China se centran en dar cumplimiento a cada uno de los ODS. Sin embargo, desde que asumió el poder Xi Jinping, en 2013, ha acelerado el ritmo en su carrera por lograr el liderazgo mundial y se ha fijado adicionalmente en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Acuerdo de París, una serie de retos, a través de los cuales demostrar la capacidad para producir resultados e impulsar cambios a nivel internacional. La evidencia de ello, se halla en el mismo China's VNR Report (2021) donde plantearon “Eliminate absolute poverty and ensure food security…Tackle climate change and promote global green development…Assume responsibility as a major country and promote international development cooperation”. (p. 6-8)
Desde luego, los retos son enormes, no basta con enunciar compromisos de envergadura como los anteriores, pues, como analizaremos en el siguiente tópico, el cumplimiento de algunos ODS, en particular los No 14 y 15 parece que requerirán una prórroga.
2. La evolución del país en términos de desarrollo.
En el balance provisional que se tiene sobre las metas de compromiso de la agenda 2030, China muestra un alentador panorama de conjunto, que se constata en el Sustainable Development Report:
Tabla 2. Tendencias de China en el cumplimiento de los ODS
Fuente: Sustainable Development Report (s.f.)
En cuanto al ODS 15, que representa otro gran desafío, el Sustainable Development Report, da cuenta del estancamiento que presenta en varios indicadores como Área media que está protegida en sitios terrestres importantes para la biodiversidad y Área media que está protegida en sitios de agua dulce importantes para la biodiversidad. La prueba de los enormes retos que comporta este ODS, lo podemos verificar en lo que se publica sobre el Índice de la Lista Roja de supervivencia de especies: “Quedan importantes desafíos. Puntuación decreciente 0.73. Año 2021 (en el 2015 era 0.75). El objetivo a largo plazo para este indicador es un valor de 1”. A propósito de este indicador en particular y en relación con la competencia con EE. UU, la tabla 4, muestra que, en materia ambiental, el gigante asiático sigue por detrás del país norteamericano.
Tabla 4. Índice de la lista roja (2015-2022)