domingo, 24 de diciembre de 2023

La guerra contra el terrorismo y el Nuevo Humanitarismo

 Por Jorge Burgos García*

21-04-22

*Master en Cooperación Internacional al Desarrollo y Especialista en Ciencia Política. Docente de Geopolítica, Relaciones Internacionales e Historia 

Las guerras hacen aflorar lo más siniestro e irracional del ser humano y no cesan de mutar y generar sufrimiento a lo largo del planeta. No obstante, la benevolencia y valentía de quienes se horrorizan por las secuelas que producen, han delineado en los últimos siglos formas genuinamente civilizadoras de aliviar el padecimiento de millones de nuestros semejantes golpeados brutalmente por la violencia.

El final de la guerra fría, abrió el telón a un escenario internacional saturado de incesantes conflictos armados intraestatales que obligaron a repensar y postular formas más eficientes de proteger a las víctimas. En consecuencia, a mediados de los 90, se erige el Nuevo Humanitarismo como respuesta. Este nuevo paradigma, encaminado a estructurar mecanismos que permitan la transición definitiva a un enfoque integral de Derechos: en el que la Acción Humanitaria y la Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID) armonicen estrategias en función de asegurar un futuro sostenible al mayor número de grupos de población vulnerable.

Esta nueva ola de Humanitarismo está inspirada en el sinfronterismo que emergió a principios de los 70, fruto del horror suscitado por La guerra de Biafra en Nigeria y el cuestionamiento al principio de Neutralidad que seguía a rajatabla el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Bernard Kouchner abanderó un grupo de profesionales que hacían parte de Cruz Roja y contemplaban con pesadumbre el conflicto, que deciden transformarse en disidentes y fundar “una anti-Cruz Roja, una organización de encuentro de los nuevos humanitarios, de voluntarios más allá de las fronteras que puedan desplazarse a los grandes dramas”[1]. Esta rebelión en el campo del humanitarismo dio origen a una de las ONG más exitosas y reputadas del mundo: Médicos Sin Fronteras (MSF).

Apenas comenzaba a germinar el Nuevo Humanitarismo, cuando su noble y entusiasta ideario se topó con la guerra contra el Terrorismo decretada por EE. UU tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. A partir de entonces, se instaura una versión nebulosa de Humanitarismo afín a los intereses de los Estados. Bajo el paraguas de esta “nueva versión” no es necesario cumplir a cabalidad con lo fijado en los convenios de Ginebra y toda gestión humanitaria es susceptible de ser politizada.

Así las cosas, EE. UU inauguró su cruzada contra el terrorismo en Afganistán y más tarde -y simultáneamente- en Iraq, pasando por alto, ciertos principios humanitarios como la distinción entre civiles y combatientes y el trato digno a prisioneros de guerra, cuya máxima escenificación –no la única- fue la cárcel de Guantánamo en Cuba, donde alojaron decenas de combatientes ilegales (término inexistente en el DIH).

Lo más preocupante, de este nuevo estado de cosas, es que múltiples Estados alrededor del mundo y en circunstancias geopolíticas dispares adoptaron el discurso de la lucha contra el terrorismo para enmascarar guerras irregulares y aplicar selectivamente -si acaso- el DIH. Tales fueron los casos de la intervención rusa en la rebelde Chechenia; Palestina, en la que Israel profundizó su alcance militar en los territorios de facto ocupados por su ejército; Y en Colombia, donde el derechista Álvaro Uribe, no perdió oportunidad para invalidar la categoría de conflicto armado interno de la guerra irregular que desde hace décadas libra el Estado contra grupos insurgentes comunistas y de autodefensas. En su lugar, definió –convenientemente- que en el país se llevaba a cabo una lucha entre un Estado Democrático y grupos terroristas.  Este tipo de interpretación acomodaticia de las normativas humanitarias por parte de los Estados ha sido en líneas generales incorporada en sus códigos de seguridad, lo que resultó cuando menos cuestionable, toda vez que abrió la puerta a su instrumentalización política como en los casos citados.

Tras esta disrupción de la Guerra contra el Terrorismo que ha terminado lacerando buena parte del cuerpo del Nuevo humanitarismo, el principio de Neutralidad no salió indemne. Las gestiones humanitarias de decenas de ONG sobre el terreno en zonas de conflicto armado, hacen que sus agentes y colaboradores sean testigos de constantes violaciones del DIH. Esto lleva a formularse preguntas de índole moral y legal: ¿Deben denunciarse los crímenes de los que son testigos? ¿Implicaría esto romper su estatus de neutralidad? ¿Es preferible guardar silencio a fin de no incordiar a una de las partes y de este modo continuar proveyendo asistencia humanitaria a las víctimas? Las respuestas posiblemente varían de una ONG a otra. Desde mi óptica, la postura de denuncia permanente de MSF, aunque a veces les cueste su salida forzada de un territorio, debiera ser la línea a seguir.

En cuanto a las intervenciones humanitarias que se han vuelto comunes en el periodo de la Posguerra fría, no tienen mayor justificación y no suelen ser de mayor utilidad, a fin de cuentas. La de Somalia a principios de los 90 agravó las cosas. El Do no harm fue encajonado en el país del cuerno africano: “A medida que la situación empeoraba, Somalia acaparaba más atención de los medios internacionales y las ONG empezaron a llegar masivamente. El sur de Somalia se convirtió en un campo abarrotado y desorganizado de ONG”[2]. Y la de Ruanda en el 94 fue el epítome, la antítesis de todo lo que noblemente se pretende lograr: la asistencia humanitaria en la ciudad de refugiados de Goma fue descoordinada e ineficiente.

Respecto a  todo lo concatenado con el Humanitarismo, la magistrada Elizabeth Odio Benito nos hace asumir una actitud reflexiva con esta ilustrativa declaración sobre la justicia a nivel global: “Si es más probable que alguien vaya a la cárcel por robar una cartera en la calle que por cometer un genocidio o crímenes contra la humanidad, contra miles y miles de seres humanos, algo muy perverso está ocurriendo en el mundo”[3].

Referencias bibliográficas

1.       DUCH, Pilar (2002). 30 años de sinfronterismo. Pág. 13.  Recuperado de https://www.msf.es/file/16841/download?token=1BYwnNSk

2.       CANORA, María (2018) El juego desesperado en la lucha humanitaria. Recuperado el 20 de abril de 2022 de https://elordenmundial.com/el-juego-desesperado-ayuda-humanitaria/

3.       DE CURREA-Lugo, Víctor (2006) Capítulo 6: Normas y principios humanitarios después del S-11. En iecah La acción humanitaria en la encrucijada



[1] DUCH, Pilar (2002). 30 años de sinfronterismo. Pág. 13.  Recuperado de https://www.msf.es/file/16841/download?token=1BYwnNSk

 

[2] CANORA, María (2018) El juego desesperado en la lucha humanitaria. Recuperado el 20 de abril de 2022 de https://elordenmundial.com/el-juego-desesperado-ayuda-humanitaria/

 

[3] DE CURREA-Lugo, Víctor (2006) Capítulo 6: Normas y principios humanitarios después del S-11. En iecah La acción humanitaria en la encrucijada

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